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domingo, 20 de febrero de 2011

Un día más.

Hoy fue un día más, voy a plasmarlo porque especialmente hoy no quiero hacer nada más.
Desperté con un mensaje amargo, se sentía como sequedad entre los labios, acompañado de tristeza, o qué sé yo lo que era.
Típico que al sacar mis pies entre mis sábanas me faltaba un calcetín. 
Pero sí, lo primero que pensé fue en él. ¿Es él acaso una enfermedad? ¿Todo tiene cura? Bueno, no sé. Me gusta pensar que es una herida en mi corazón que no duele. Un dolor bonito.
Me empieza hartar mi cabello, es desesperante, es escaso y me caga tener que peinarlo. Capaz y un día lo corto todo, estoy pensándolo mucho. Como si me importara realmente mi apariencia, ja.
Lo que si pienso es como gastar todo el dinero que tengo. Mis opciones eran un viaje largo, muchas drogas y alcohol o ahorrar e invertir. Las dos primeras opciones eran una ida sin retorno, así que decidí guardarlo y empezar a trabajar. Sí, soy ambiciosa. Me gusta el dinero y el poder. Me encanta.
Lo que también me encanta es despertar y tener casa sola. Es curioso e irónico, como siendo hija única casi siempre estoy sola, y la poca atención que mis padres me tienen. Bueno, como sea, lo mejor es despertar y encontrar a Kyara dormida entre mis peluches. Kyara es mi compañera de vida, porque el nombre mascota ya le queda corto.
Bajé y el desayuno ya estaba listo. Me impresiona como siempre mi abuela siempre será tan puntual, dedicada y cariñosa (y todo eso al mismo tiempo). Café, tostadas con mermelada de fresa, quesadillas y televisión. Si pudiera fumar enfrente de ella lo habría hecho, y entonces si hubiera sido un desayuno perfecto. Pero prefiero morir antes de romperle su senil corazón.
Subir a mi recámara y ver un chingo de películas hasta la hora de la comida es algo común. Y para ese entonces ya habían llegado mis padres.
No sé cómo es que pueden saber mi autor favorito, mi artista favorito, mis actores favoritos, mis colores favoritos e incluso saber mi humor exacto. PERO TODOS LOS DÍAS ME PREGUNTAN SI VOY A COMER CARNE. ¿Cómo es que no pueden entender que soy vegetariana? Y peor aún, cuando les niego el cadáver de animal me dicen “¿Denisse, ya vamos a volver a esas andadas?” “La anorexia comienza así… tu ya deberías saberlo…” “Ahorita no quieres comer, pero al rato tu estómago se acostumbrará y vas a devolver la comida” “Ese cuentito de se me olvidó comer ya me lo sé”. MIERDA MIERDA Y MÁS MIERDA, no pueden olvidar aunque ya hayan pasado 4 jodidos años.
PERO COMO SEA. Me acabo de dar cuenta que a partir de la comida todo fue empeorando.
Empezando por sacar heridas pasadas que terminó en un “se acabó, vas a volver con el psiquiatra y vas a tener que ir te guste o no”
¿Ahora ven por qué soy tan amargada? ¿Ya ven por qué soy tan odio?
Es que, si no has pasado por psiquiatras, clínicas psicológicas y pedos existenciales, al menos para mí, estás chavo. No me crean altiva, eventualmente se aprende a ser de ese modo.
Incluso antes de la pelea hablé un poco con mi padre, y él me lo confirmo. Dijo que mi primera impresión era de ser una persona déspota, arrogante e irreverente.
¿Alguna vez le han preguntado a su padre que los describa? Pues yo lo hice hoy.
“Denisse, a ti lo que te falta en esta vida es vergüenza. Lo que te sobra son cojones. Naciste para ir en contra de todas mis reglas personales, de todo lo establecido en ésta familia. Lo supe desde que se adelantó tu parto un mes, lo supe cuando naciste y vi que tenías los ojos abiertos, y que en lugar de llorar solo veías fijamente todo, como reclamándole a la vida. Desde entonces supe que algo andaba mal. Llegaste como una bomba en el mundo aquél en el que vivía. No intento ofenderte, no creas que estoy reclamandote, pero eso es lo que eres. Siento que si algún día tu mamá y yo cediéramos a todas tus peticiones seguramente acabarías más destruida de lo que ya estás. Eres inestable, cariño, no podemos negarlo. Eso lo sabemos todos. Acepta lo que eres, y selo”. Esa fue su respuesta.
No sé por qué siempre se me quedarán tan grabadas sus palabras y todo, absolutamente todo lo que me dice.
Tampoco sé en qué momento me vi detiendolo enfrente de mi puerta. Nos mirábamos con rabia y odio. Tengo que aceptarlo, el orgullo de ambos es más grande que el de todo el mundo junto.
“Vamos, sígueme insultando. Oféndeme, papá. Ya no me duele”
Pero él debería saber que si me duele.
¿Cómo se calman las discusiones familiares? Pues con visitas inesperadas. Así que la llegada de mis tíos con sus hijos me cayó como anillo al dedo.
A todos, porque ahora parece que todos olvidamos lo que pasó hace unas horas, y nuevamente cada quien a su mundo.

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