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viernes, 18 de febrero de 2011

No hay dolor.

Ya no sé que me duele más. O qué es más triste.
Si ver a mi mamá llorar de impotencia.
Si ver que a mi padre le vale una mierda su destino.
O si ver que yo no siento nada por la situación.
Más helado que el frío invernal.
Más complejo que una paradoja.
Más difícil que decidir, cuando estás fumando en tu techo, si sería la mejor opción dar un paso hacia el abismo.

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