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viernes, 18 de febrero de 2011

No han sido mis mejores días.

Solo me repito a mi misma que he tenido peores. Aunque sea mentira.
¿Saben cómo es que se mide la felicidad? ¿No? Ni yo.
Pero sé que la infelicidad se mide en sueños rotos, en esperanzas desechadas, miradas perdidas y palabras guardadas acompañadas de un llanto silencioso.
A veces quisiera poder demostrar, y no quedarme en palabras vacías, en promesas dudosas y decisiones desesperadas. Dejar de ser dispersa e inestable.
Quisiera un tiempo indefinido para pensar y actuar.
Quisiera opciones y ser capaz de hacer valer mis palabras.
Dicen que el querer es poder. Ja, tonterías. Ojalá pudiera hacer todo lo que quiero.
Ya no voy a salir corriendo, y enfrentaré el destino, que irónicamente sé que solo me llevará a la destrucción.
No importa, la autodestrucción es solo la preparación para esperar a que otros te destruyan. Y yo llevo autodestruyéndome ya por largo tiempo.
Lo irónico de todo esto es que siempre voy a ser un final triste. Muy, muy triste.

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